Lo hemos hecho con todo el rigor y todo el dolor que la ocasión requiere.
Hemos venido ataviados de riguroso luto para decirle el último adiós a la sardina y al carnaval.
Hemos recorrido las clases de primaria con el ataúd y el cuerpo presente de la difunta sardina para que nos acompañaran en nuestro dolor y nuestro llanto.
Hemos terminado en el comedor del centro para mitigar nuestro dolor desayunando nuestro ya clásico desayuno del entierro de la sardina, compuesto de zumo, galletitas saladas en forma de pez y un montadito de sardinilla en aceite.
Aquí os dejo parte del día.